10 años han hecho falta, ¡qué pronto se dice! Ese es el tiempo que he necesitado para cumplir el objetivo que anhelaba cuando empecé en este apasionante mundo de las inversiones. Un largo camino que ha resultado ser tremendamente confuso, desesperante, tumultuoso, frustrante, agónico, estresante, injusto y una extensa lista adicional de desagradables adjetivos.
Pero, afortunadamente, parece que algo tenía de cierto aquello que decían los Smith de que siempre hay una luz que nunca se apaga. Después de muchos intentos por fin he podido conseguir lo que tanto tiempo llevaba buscando: poder vivir del mercado, mi auténtica pasión.
Amor a primera vista
Esta auténtica odisea comienza mucho antes en realidad, en torno al 2000, cuando tenía apenas 11 años. Recuerdo perfectamente aquella mañana de sábado, sentado en el sillón del salón de casa viendo mis series favoritas cuando, durante la molesta publicidad, vi el siguiente anuncio:
Terra, internet, ciberespacio, banda ancha… ¿Qué era todo eso? No lo sabía muy bien, pero estaba hasta en la sopa y parece que mucha gente se había enriquecido (mientras otros perdían hasta la camisa) con ello. Yahoo, Google, Pets.com, decenas de empresas nuevas de las que escuchaba hablar en películas o en revistas. Aquel descubrimiento cambió para siempre mi rumbo. No tenía ni idea de cómo funcionaba pero tenía claro que yo también quería estar en el ajo y ordenar la venta de todas mis acciones desde la playa con un teléfono móvil como el que tenía Gekko.

Gráficas, cotizaciones, newsrooms, foros, especulación, rumores, adquisiciones, fusiones, bancarrotas… Sin duda, fue amor a primera vista. Desde entonces, aquello me acompañó siempre, aunque poco podía hacer todavía dada la economía de la que disponía un niño de mi edad, claro. No fue hasta un tiempo después cuando pude trabajar y ahorrar unos pocos de los grandes para poder comenzar mi andadura.
Un viaje lleno de altibajos
Aún puedo recordar con gran nitidez cómo abrí mi primera cuenta en un broker. Fue allá por 2010 a través de la antigua Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM), desde donde pude comenzar a invertir a título personal por primera vez en mi vida.
Era una época de grandes oportunidades. La explosión de la burbuja subprime había hundido el mercado entero y tuve la ocasión de “cargar” acciones de grandes empresas a precios de saldo: Apple (AAPL), Sirius (SIRI), Las Vegas Sand (LVS), Radian Group (RDN)…
Sin saberlo, estaba haciendo auténticas inversiones de oro, exactamente en el momento más propicio para ello y que tardaría años en volver a repetirse. Pero claro, por aquel entonces no tenía prácticamente ni idea de lo que hacía, no era consciente de casi nada en realidad.
Las acciones subían, y lo hacían además mucho más rápido de lo esperado para empresas de aquel tamaño. Pero eso no era suficiente. ¿Y por qué? Muy sencillo: porque un día descubrí otro tipo de acciones que subían día sí y día también porcentajes astronómicos en comparación con las anteriores. No era complicado verlas crecer un 30% intradía: YRCW, PEIX, BIOF, DSCO…

Habían transcurrido apenas unas semanas desde mi desembarco en Wall Street y las ansias por querer ganar más dinero y mucho más rápido ya se habían apoderado de mí. Duplicaba el valor de mi cartera en un día y quería más, no podía parar ahí. No era consciente de que esas ganancias no podían perpetuarse en el tiempo ni eran tan normales como a mí me habría gustado…
Pero eso no era nada en comparación con lo que estaba aún por venir. Cuando el NASDAQ acabó conmigo (sufrí un auténtico wipe-out), busqué refugio en un lugar que era como 1000 veces más peligroso. Se hacía llamar OTCMarkets y sus famosas penny stocks.

Como podéis imaginar, fui moviéndome de unos activos a otros, asumiendo cada vez más riesgo. La avaricia es la perdición. Malas entradas, malas compañías, pumps and dumps, las noticias me engañaban por completo, los foros me confundían a su antojo… Ganaba pero también perdía. Al final, el saldo neto acababa en negativo.
Un pulso mental continuo sin descanso
Lo que cuento en el apartado anterior daría para un libro entero. Fue algo que se desarrolló a lo largo de bastantes años, con continuas idas y venidas, cientos de anécdotas, eventos críticos, bancarrotas empresariales, aprobaciones de medicamentos por la FDA, suspensiones de compañías por la SEC, bloqueos operativos en los brokers, innumerables problemas que resolver… Es curioso cómo tantas y tantas emociones pueden resumirse en apenas unos párrafos de forma tan sencilla.
Pero puedo asegurar que se trató de un auténtico infierno aunque mis palabras no le hagan justicia, que estuvo a punto de acabar conmigo literalmente. Aquí entraría el episodio del ingreso hospitalario por dolencias físicas de las que no se encontraba la causa (estrés extremo haciendo travesuras), que dejo para otro momento. Y tras sufrirlo y echar la mirada atrás, me doy cuenta de que todo este tiempo ha versado únicamente en torno a una (¿sencilla?) pregunta: ¿puedes controlar tu mente cuando entras al mercado?
Esas sensaciones que inundan tu cerebro cuando decides dar el paso (o cuando no te atreves a darlo) y tomar una posición son tus peores enemigas. El mercado está diseñado para hacerte dudar de ti mismo desde el minuto cero en el que eliges poner tu dinero en riesgo. Hará malabares para intentar echarte fuera como sea si es que has comprado en buen momento o para que metas hasta tu casa si entraste en el peor, intentando robarte hasta el último de tus céntimos.
Pero ojo, esto no sucede inmediatamente… Se trata de una batalla que se libra de forma silenciosa y a lo largo de mucho, mucho tiempo. Ataca a través de innumerables frentes: experiencias negativas pasadas, miedo, reacciones y opiniones de tu entorno, noticias y medios de comunicación, situación macroeconómica, tu estado de ánimo… Por eso es tan difícil de encarar, es demasiado abstracto al fusionarse todos los elementos anteriores y crear un monstruo invisible con el único propósito de hacerte fracasar.
A esto se suma el hecho de que, aunque dispongas de los conocimientos a nivel de análisis técnico y fundamental como para hacer una inversión lo más clara e informada posible, en el momento ideal y con un nivel óptimo de riesgo/beneficio, siempre estarás expuesto a factores externos que escapan a tu control, son imposibles de tener en cuenta o prever y pueden destrozar el mejor de los análisis en cuestión de minutos.
Por eso siempre necesitarás, pase lo que pase, el ingrediente mágico que mucha gente se empeña en no reconocer y restarle la importancia que merece. Es un elemento que, además, no hay forma de conseguir. Sí, me refiero a la SUERTE.
Aquel que dijo más vale tener suerte que talento, conocía la esencia de la vida. La gente tiene miedo a reconocer que gran parte de la vida depende de la suerte. Asusta pensar cuantas cosas se escapan a nuestro control. En un partido hay momentos en que la pelota golpea el borde la red y durante una fracción de segundo puede seguir hacia adelante o caer hacia atrás. Con un poco de suerte sigue adelante y ganas, o no lo hace y pierdes.
– Match Point (2005)
¿Cómo se llega entonces a la meta?
Seguramente lo que has leído hasta ahora no te esté sonando muy optimista si es que te interesa también este mundo, ¿verdad? De hecho, si pones todo lo dicho anteriormente en una batidora y aprietas el botón, probablemente acabes obteniendo algo como lo representado en la columna de la derecha:
La imagen anterior resume muy bien lo confuso que puede volverse todo hasta encontrar el final. Y esto no tiene por qué desanimarte, sino más bien ayudarte a entender un poco mejor a qué me refiero cuando digo que es un camino totalmente impredecible que nunca sabes a dónde te va a llevar. Quien diga lo contrario, miente.
Después de tantos fracasos, la verdad es que yo mismo me sorprendo de cómo o de dónde pude sacar la fuerza necesaria para recomponer las mil piezas en las que el mercado me había dejado tras hacerme trizas en más de una ocasión. Soy muy consciente de que uno de mis grandes defectos es que no tengo paciencia, no persevero en nada, pierdo la concentración y desespero demasiado pronto.
Por eso es raro que, no habiendo insistido tanto en nada antes, lo hiciera en esto sin ser consciente siquiera. Mirando atrás parece que, sin saberlo, me empeciné en que tenía que salir bien de cualquier modo, que era posible conseguirlo. No dejes de intentarlo, al final te saldrá. Todo esfuerzo tiene su recompensa… Frases que siempre me sonaban a tópico al escucharlas y que habían perdido todo su valor para alguien que había recibido tantos palos como yo en este mercado. El destino, al parecer, no está carente de cierta ironía…
Poco a poco, tras dedicar mucho esfuerzo en formarme y, sobre todo, gracias a la extensa experiencia adquirida y en aprender mucho sobre el control de las emociones al operar, parece que las tornas fueron girando lentamente, sin percatarme siquiera, y la suerte también empezó a sonreírme más a menudo. Intento tras intento fui perfeccionando la técnica en la medida de mis posibilidades y la cartera bursátil, por fin, fue engordando paulatinamente.
Algunos años después, comenzaba a ver los auténticos, grandes y largo tiempo deseados frutos de la cosecha. Primero en forma de coche nuevo, luego a través de una gran inyección de liquidez al cerrar la mejor operación con una penny stock de toda mi carrera, que cambió para siempre mi cartera y, hace apenas unos días, el colofón final tras mudarme a un nuevo criptoplaneta especulativo que está muy de moda hoy en día, gracias al que pude llegar, finalmente, a la meta.
Aquella línea de llegada que no imaginaba, ni muchísimo menos, hace más de 10 años cuando todo comenzó, que fuera a estar tan lejos. Quién me iba a decir hace solo 4 años que al final, y ante todo pronóstico, obtendría una recompensa y que además podría vivir de mi verdadera pasión. Y esta es la parte optimista de la historia.
La vida entera y todos los eventos que la componen son cíclicos, como el mercado. A veces toca perder y otras ganar, épocas buenas y otras malas. Lo que está claro es que si hubiera abandonado no habría llegado hasta aquí, por lo que puedo confirmar que aquello que dicen de la persistencia es cierto. Hay que tomarla mucho más en serio de lo que pensaba.
Y no tengo ni idea de cuánto durará esto, porque tengo claro que nada es para siempre. Lo que he podido aprender durante el trayecto sin duda alguna es que esta meta es solo una primera línea de llegada, una falsa ilusión que puede engañar muy fácilmente si no se toman precauciones. El camino nunca termina y es infinito en realidad. La batalla mental continúa día a día y nuevas metas se vislumbran en el horizonte conforme cruzas la anterior. No se puede dar nunca nada por sentado en este mundo tan caprichoso ni bajar la guardia. Lo que el mercado da, el mercado puede quitar.
Pero ahora, simplemente, voy a disfrutar el momento y a dejar que mi dinero trabaje por mí a la vez que aprovecho todo el tiempo libre que me concede. Después de todo, creo que me lo debe tras tanto sufrimiento. Me dedicaré mientras tanto a buscar nuevas vías, opciones y oportunidades para intentar que este periodo dure tanto como sea posible y el mercado me permita.
No tenemos forma de saber cómo acabará, pero sí que podemos al menos elegir persistir para intentarlo con todas nuestras fuerzas cada día. Y si no, que se lo digan a Ray Kroc…
Como mucho recibirás uno o dos emails al mes, nada que llegue a molestarte :)